Antes de que Suecia fuera una socialdemocracia. Entrevista a Erik Bengtsson.

A menudo se cree que la socialdemocracia sueca ha existido desde siempre, fruto de una cultura nacional solidaria, o incluso producto de su homogeneidad histórica. Sin embargo, Suecia solía ser tan desigual como cualquier otro país europeo, y hacer de ella una socialdemocracia “normal” requirió de una lucha contra lo que alguna vez se consideró tradicional.

Entrevista a Erik Bengtsson realizada por Giacomo Gabbuti y David Broder publicada por Jacobin (acceder aquí) el 9/9/2019

Es fácil pensar en Suecia como sinónimo de socialdemocracia. Regida gran parte del siglo veinte por gobiernos de izquierda, el país escandinavo disfruta hasta el día de hoy de servicios públicos de primer nivel, salarios altos y una amplia sindicalización de sus trabajadores.

Y a pesar de que a cierto sector político le gusta presentar al asistencialismo actual como expresión de un cierto sentido común, de una cultura de comunidad e igualitarismo arraigada en lo profundo de la sociedad, la realidad es que esto no fue así, se tuvo que luchar para alcanzarlo. De hecho, hasta finales del siglo diecinueve Suecia padecía de una extrema disparidad de bienestar y poder en relación con otros países europeos con un nivel de desarrollo similar.

Basado en el “clásico” indicador de análisis marxista que divide el ingreso nacional entre trabajo y capital, el trabajo de Erik Bengtsson se centra en cómo estas desigualdades han cambiado a lo largo de la historia sueca. Su lectura muestra el rol vital que tuvieron las movilizaciones de trabajadores desde 1920 en adelante, y en particular su éxito en acortar las horas laborales para establecer así las bases de una socialdemocracia.

Giacomo Gabbuti y David Broder de Jacobin le consultaron a Bengtsson respecto de su investigación y qué nos puede decir su estudio sobre el trabajo, la inequidad y la economía política en relación a las bases para el cambio social.

GG DB

Tal como lo explica en un reciente ensayo para la revista académica Past & Present, se ha hecho habitual pensar en el igualitarismo sueco del siglo veinte y su “camino intermedio” socialdemócrata entre capitalismo y socialismo, como el resultado de una larga trayectoria histórica. Esto es parte de una tendencia más amplia por atribuir los resultados políticos y sociales modernos al desarrollo a largo plazo y a la “persistencia” de los entornos históricos. Es más, usted define esta visión como una “Sonderweg sueca” – una referencia a quizás la más famosa teoría “excepcionalista” relacionada al supuestamente inevitable “camino particular” de Alemania hacia nazismo. ¿Cuál es el problema con esta idea y cuáles son las consecuencias políticas de este “mito nacional”?

EB

La idea es engañosa porque desvía la atención de lo que realmente sucedió, y muchas cosas interesantes sucedieron en la política y en la sociedad sueca después de 1870. Este “mito nacional” redirige los verdaderos eventos hacia una narrativa de continuidad histórica; una narrativa que puede parecer plausible bajo sus propias condiciones, pero que no encaja con los hechos. Políticamente, esta narrativa ha jugado diferentes roles a lo largo del tiempo. En la época de entre guerras, los socialdemócratas pudieron, como lo ha demostrado la historiadora Åsa Linderborg, utilizar este mito para justificar las políticas socialdemócratas como nativas y suecas, y no como “peligrosas” y foráneas (alemanas, rusas).

En cambio, hoy en día esta narrativa nacional juega el rol opuesto. Representa la existencia de la socialdemocracia organizada como un detalle innecesario en la historia sueca, implicando de esta manera que las políticas socialdemócratas no son siquiera necesarias hoy. Bajo este punto de vista, los buenos resultados asociados a la narrativa Sonderwrg (igualdad, cierto sentido de justicia y fraternidad) son presentados como un producto automático propio de la cultura nacional, simplemente “porque somos suecos”. Esto sugiere que podemos tener cualquier tipo de políticas económicas y sociales (reducción de impuestos, recortes al estado benefactor, debilitamiento de los sindicatos, etc.) sin comprometer los logros bien evaluados que supuestamente son “suecos” por definición.

Sin duda que esta narrativa es bastante útil desde el punto de vista neoliberal. Es un homenaje a una preciada tradición de la política solidaria (¡hablar es sencillo!), combinado con políticas que funcionan en la dirección contraria. De modo que si se tergiversa la historia sueca, la narrativa Sonderweg también puede ser políticamente provechosa para propósitos contemporáneos. Desde el 2006 al 2014 el gobierno de centro derecha mostró serio interés en este tipo de historia al desacoplar la asociación del siglo veinte entre lo propiamente sueco y la socialdemocracia. En cambio, promovió un relato de peculiaridades nacionales que emanan desde una cierta combinación de individualismo y solidaridad que se remonta a la imaginada “vieja sociedad campesina” de antaño.

GG DB

La “prehistoria” de la socialdemocracia sueca que usted investiga en sus recientes proyectos es la de una economía pobre y periférica con desigualdades extremadamente marcadas en salud (o en la propiedad de la tierra y el capital), y un muy restringido derecho a voto. Sin embargo, otros historiadores han considerado la peculiar fortaleza de la clase campesina sueca y su inclusión en el sistema político como el factor que impidió una solución “autoritaria” de tipo alemana frente a la debilidad de la burguesía local. Usted pareciera rechazar esta interpretación, ya sea en su versión más materialista basada en la clase, o en sus reinterpretaciones “culturalistas” basadas en la supuesta existencia de una ideología campesina “igualitaria”. ¿Por qué, y de qué manera estas desigualdades entre capital y poder se traducen en conflicto político?

EB

Comencé a desarrollar esta investigación estando bastante convencido de los valores del modelo promovido por el sociólogo político Barrington Moore, en donde la fortaleza del campesinado independiente más o menos garantizó una más temprana y más gradual democratización que en otros países “más feudales.” A primera vista esta historia tiene sentido.

Pero lo que descubrí cuando me adentré en la literatura respecto al sufragio, la política y la desigualdad, fue que la democratización sueca se interrumpió en el siglo diecinueve. Alrededor de 1800 la política sueca era, sin lugar a dudas, más inclusiva que la mayoría de los países europeos: la existencia del estado campesino implicaba que una mayor parte de la población tenía el derecho a participar en las elecciones parlamentarias en comparación con Inglaterra, por ejemplo. Pero esto no se tradujo (o dio paso) en una temprana democratización. Más bien, Suecia tuvo una reforma bastante conservadora entre 1865 y 1866, y luego se estancó hasta una nueva extensión del sufragio – que seguía siendo muy antidemocrática – en 1907.

Mi interpretación es que el factor decisivo no fue la existencia de una clase campesina robusta per se, sino más bien por las alianzas de clase y coaliciones que se construyeron. El radicalismo campesino entre las décadas de 1840 y 1860 abrió espacio para alianzas con grupos de semiproletarios y proletarios, incluyendo la demanda por la reforma de sufragio democrático, pero los campesinos ricos se aliaron, por su parte, con los dueños del estado y descartaron cualquier interés por una reforma radical. Este proceso es muy distinto del desarrollo constitucional de Dinamarca y Noruega, por ejemplo, en donde los campesinos contribuyeron con reformas más democráticas. Por lo que no creo que una clase campesina independiente y fuerte garantice por sí misma cualquier desarrollo sociopolítico en particular, ya sea por razones materiales o más bien culturales. Por el contrario, este cambio tuvo que ver más con las interacciones entre fuerzas sociales y materiales y las instituciones.

GG DB

Al igual que en otros países pobres y desiguales de fines del siglo diecinueve, la respuesta de la clase trabajadora fue la migración en masa. Una quinta parte de los suecos migraron entre 1870 y 1910. De acuerdo a su colega Thor Berger y al sociólogo de Oxford Per Engzell, estos migrantes “igualitarios” afectaron, por el contrario, los patrones de inequidad y movilidad estadounidenses. Sin embargo, contrario a los datos teóricos, esto no se tradujo en una desigualdad más baja en Suecia durante el siglo diecinueve. ¿Cómo caracterizaría la relación entre migración, desigualdad y luchas políticas en la historia sueca?

EB

Esa es una pregunta bastante compleja. Sin embargo, no estoy tan convencido de los análisis de Thor y Per, siento que hay demasiados factores específicos para el contexto de los Estados Unidos (especialmente los sistemas de tenencia de la tierra) que sus análisis no controlan. Pero si aceptamos sus argumentos de que los escandinavos tenían valores más igualitarios que otros países ya a fines del siglo diecinueve, entonces el enigma que plantea a mi investigación es: ¿por qué no lograron implementar instituciones economías y políticas más igualitarias en casa (en Suecia)?

La emigración con seguridad tuvo mayores efectos en la propia sociedad sueca. En un país con una población pequeña y un estado que tenía, desde 1700, la mayor ambición de incrementar su población para poder crecer más robustamente, la emigración a gran escala albergó una fuerte sensación de crisis entre las élites.

El enorme encargo público de veintiún volúmenes sobre la emigración desde 1907 a 1913 se convirtió en uno de los primeros mapeos socio-científicos verdaderamente ambiciosos sobre la sociedad sueca y sus deficiencias. El encargo también fortaleció los alcances de aquellos que querían una reforma al señalar las muchas fuentes del descontento social (el elitismo y la desigualdad de la sociedad sueca, y similares). Para convencer a las personas de las clases más bajas que permanecieran en el país, las élites tendrían que mejorar las condiciones de éstas. De acuerdo a una reciente investigación llevada a cabo por Mounir Karadja y Erik Prawitz, la emigración también mejoró de manera directa el poder de negociación que tuvieron los trabajadores y la fuerza del movimiento obrero a nivel local al hacer que el trabajo fuese más escaso y más costoso. Por lo que en este sentido, la emigración fortaleció el reformismo tanto “desde las bases” como “desde la elite”.

GG DB

Siguiendo su narrativa, fue solo después de la Primera Guerra Mundial que la desigualdad en Suecia cayó al nivel bajo al que estamos acostumbrados hoy en día. El debate respecto al trabajo de Thomas Piketty, incluyendo The Great Leveller, de Walter Scheidel, generaron una interpretación de ambas guerras mundiales como una versión moderna de los “cuatro jinetes del apocalipsis” (catástrofes tales como movilización por bienestar, revolución transformadora, estado fallido y pandemias letales que tuvieron el efecto de disminuir radicalmente la desigualdad para aquellos que sobrevivieron). Suecia, sin embargo, fue un país neutral; otros factores transformadores, mucho menos traumáticos, parecen haber impulsado este cambio, como las reformas fiscales y, sobre todo, los movimientos obreros y sus conquistas (comenzando con la jornada laboral de 8 horas aprobadas en 1920). ¿Qué explica estos avances? ¿Qué factores dan cuenta del camino reformista y gradual en la que los trabajadores suecos obtuvieron estas mejoras en contraste con, ya sea, la Revolución Rusa o las derrotas impuestas sobre los socialistas en países como Italia?

EB

Lo importante aquí es ver que la nivelación social se inició de manera bastante lenta. A mi parecer, mucha de la literatura investigativa sobre la relación entre democratización (Suecia tuvo su primera elección parlamentaria con sufragio universal e igualitario en 1921) propone que esta debió haber tenido un efecto casi inmediato en la redistribución o, por el contrario, ningún efecto en absoluto. Supongo que se debe a los instrumentos de la investigación cuantitativa.

Sin embargo, al mirar el caso de Suecia y, de hecho, otros países en el mismo período, me parece que incluso después de la democratización, y con un movimiento obrero bien organizado, hubo un proceso discontinuo de “aprendizaje político” y experimentación. Por ejemplo, el impuesto sobre la herencia, el cual, según nos lo cuenta la historia de la compensación del siglo veinte de Piketty, tuvo un papel muy importante en la ruptura con el gobierno de los rentistas, fue propuesto por el posterior ministro de finanzas Ernst Wigforss en 1928, pero solo veinte años después se implementó de la forma que él lo visionó. ¡Cuando él lo propuso, la aparente idea radical de un impuesto sobre la herencia contribuyó al miedo socialista y a que la centro derecha ganara la elección!

Los social demócratas gobernaron por décadas después de 1932, pero las reformas que proveen un seguro social universal – identificados posteriormente como una de las partes centrales del “modelo sueco” – en realidad se llevaron a cabo en las décadas del 40 y 50. De modo que si bien la jornada laboral de ocho horas y la militancia sindical ya eran importantes en la década de 1910, las reformas políticas se demoraron en implementar.

GG DB

Una constante en su trabajo ha sido la atención puesta en la participación del trabajo: la medida de “clase” de la división del ingreso nacional entre trabajo y capital, trabajadores y empleadores. Considerado por mucho tiempo como una “herramienta” antigua, en su trabajo historiográfico está clara la manera en que este indicador refleja factores cruciales de nivelación, como lo son la fortaleza de los sindicatos y, en términos más generales, las relaciones de poder. ¿Cuál es la lección para el debate moderno respecto a la inequidad económica? ¿Acaso la participación del trabajo – y por tanto de los sindicatos – genera tendencias en la polarización del ingreso?

EB

Esta es una tremenda discusión. Sin embargo, creo que en los últimos cinco a diez años el debate ha cambiado, y ahora todos reconocen que la distribución capital-trabajo del ingreso nacional es importante para la inequidad. Anteriormente, digamos en la década de los noventas, cuando el discurso civilizado se negaba a aceptar implícitamente el hecho de que vivimos en sociedades capitalistas (incluso al interior de las ciencias sociales), pareciera que simplemente se asumía que todas las desigualdades claves en la sociedad eran entre diferentes categorías de asalariados – jornaleros y otros. Era parte del juste millieu como pensamiento,para elque la clásica polarización capitalista entre trabajador y capitalista era cosa del pasado dentro del “conocimiento económico”. Pero independiente de lo que los ideólogos afirmen, es un hecho de que las rentas del capital son una parte importante de la economía y que ellas se distribuyen muy diferente de lo que lo hacen las rentas del trabajo.

Tengo la impresión de que han habido muchas contribuciones importantes a nuestra comprensión de este fenómeno a partir del libro de Piketty – y previo a este, desde el importante ensayo del 2009 de Tony Atkinson, el fallecido economista británico y activista laborista, quien fuera uno de los primeros investigadores en llamar la atención sobre el aumento de las desigualdades; pienso que su ensayo aportó mucho en llamar la atención de los investigadores a la participación de los factores.

Daniel Waldenström y yo escribimos un ensayo sobre las conexiones históricas entre la repartición del capital y la inequidad que es casi una contribución empírica. Creo que en cierto sentido algo que hemos aprendido de este debate es que vivimos en una sociedad que en gran medida es “capitalista clásica”, para usar la tipología de Branko Milanovic, donde existen, en términos bastantes simples, capitalistas y trabajadores, y no en un “nuevo capitalismo” imaginado en donde todos tienen un poco de capital y realizan un poco de trabajo asalariado.

Un economista llamado Ignacio Flores tiene un ensayo interesante que muestra cómo utilizando estudios de ingresos (como el frecuentemente utilizado Luxemburgo Income Survey) se le resta importancia a la renta del capital y a su relevancia en la inequidad. Me parece que es así como se está llevando la discusión, al menos en investigación: sabemos que la distribución entre capital y trabajo importa y que ha sido malentendida anteriormente, tanto por razones teóricas y metodológicas. Ahora que hemos sacado del camino esta mala comprensión, podemos trabajar en una más sofisticada. Milanovic piensa que la solución al problema del capital generador de inequidad es la nivelación de la propiedad de capital, más que fijar un impuesto a la renta del capital que es lo que ha sostenido Piketty, y ese es un debate interesante, pero yo estoy feliz de que la mirada compartida es que nosotros vivimos, en muchos aspectos, en un mundo “capitalista clásico”. Partiendo desde esta comprensión es que podemos discutir qué hacer al respecto.

GG DB

Después de la Segunda Guerra Mundial, y en concreto desde los años sesenta, la socialdemocracia sueca se radicalizó y llamó la atención del mundo con algunas de las más ambiciosas políticas sociales de la historia, con propuestas radicales de transformación como el “Plan Meidner”. Sin embargo, noticias recientes del país muestran a la derecha obteniendo sus mejores resultados después de muchos años, y a pesar de que Suecia sigue siendo socialmente más avanzada que la mayoría de los países europeos, la socialdemocracia de los años setenta pareciera ser cada vez más un paraíso perdido. ¿Qué factores cree que ayudan a explicar estos cambios? ¿Está la derecha sueca abrazando el “mito nacional” del igualitarismo, y cómo cree que transformará las instituciones que dan sustento a la excepcionalidad sueca?

EB

¡De nuevo, una pregunta bastante compleja! Pero respondiendo primero sobre el Plan Meidner, pareciera ser que las relaciones industriales y las relaciones capital-trabajo se polarizaron más en Suecia que en países vecinos como Dinamarca y Noruega entre las décadas de 1970 y 1980. El movimiento sindical sueco fue mucho más radical que el de sus colegas en países vecinos (disminuyeron la participación del capital de forma más drástica). Y al parecer esto también gatilló una reacción más radical y neoliberal de parte de los empleadores. Lo que modifica también el contexto para los partidos políticos.

En cuanto a las explicaciones del declive de la socialdemocracia después de lo anterior, no tengo mucho más para añadir aparte de las explicaciones convencionales: la pérdida de la auto confianza, un círculo vicioso de políticas de mercado liberales sin principios que generaron una desmovilización de miembros de partidos y votantes, y dieron paso a políticas sin mucho más sentido y la consecuente desmovilización. En particular en el caso sueco, también considero importante que la histórica ola organizativa del movimiento laboral había, de alguna manera, iniciado su curso entre las décadas del setenta y ochenta.

A fines de los setenta, encuestas electorales aún mostraban que las personas de clase media que habían crecido en hogares de clase trabajadora votaban a los socialdemócratas. Existía allí una lealtad de larga data. Pero los hijos de las personas de clase media no tienen ese compromiso con la socialdemocracia (y por supuesto que esta no incluyó a nuevos miembros con la misma fuerza con que alguna vez lo hizo).

Dos sociólogos, Jens Rydgren y Sara van der Meiden, recientemente escribieron acerca de “el fin del excepcionalismo sueco”, refiriéndose a la histórica debilidad de la extrema derecha. Por mucho tiempo no tuvimos un partido populista de derecha exitoso. Pero desde el 2010 sí lo tenemos. Como yo interpreto su ensayo, Rydgren y van der Meiden rastrean el desarrollo de la derecha hasta el desmoronamiento de la hegemonía de la social democracia de la que hablé anteriormente. Para la mayoría de los jóvenes en Suecia hoy día, no existe una atracción obvia hacia el Partido Social Demócrata, no hay razón alguna para ser leales a él. El término de la hegemonía, que alguna vez significó que el partido pudo contar con cientos de miles de leales votantes (en sueco se les llama häströstare, “votantes equinos”, en referencia a que votarían por la social democracia incluso si un caballo fuese el candidato del partido), implica que existen muchos más votantes por los que competir entre el bloque burgués, la centro izquierda y la extrema derecha.

GG DB

Su trabajo y sus respuestas en esta entrevista han aportado una visión de lo que es una sociedad mucho más compleja de lo que muchos imaginarían. Sin embargo, el contraargumento típico a las propuestas “suecas” – en países como Italia donde nosotros vivimos – invoca otro tipo de “excepcionalismo”. Con frecuencia nosotros escuchamos que Suecia es “demasiado pequeña”, con solo una ciudad principal que el movimiento obrero debe ganar, y culturalmente única como para exportar cualquier tipo de modelo. Aquellos que defienden los estrictos controles de inmigración incluso afirman que la solidaridad social de Suecia solo es posible gracias a que es “étnicamente homogénea”. ¿Se puede explicar esto a partir de su desmitificación del Sonderweg sueco? ¿Y qué le tiene que decir la historia del trabajo y la desigualdad en Suecia al resto del mundo?

EB

La versión del “excepcionalismo sueco”, que creo que desaprueba mi investigación, es la noción de que hay que ser socialdemócrata (tener una larga tradición de igualitarismo, etc.) para poder perseguir las políticas que esta plantea hoy en día. Por eso no estoy de acuerdo cuando las personas descartan el caso sueco como irrelevante porque “Suecia siempre fue así”.

Los argumentos respecto a la reducida superficie territorial y a la homogeneidad étnica no son analizados directamente en mi investigación. Supongo que lo que muestro es que las conexiones entre aquellos factores y los resultados del igualitarismo/ socialdemocracia no son realmente obvios. Suecia fue un país luterano desde 1500 en adelante, pero la conexión entre la historia de la iglesia estado y los efectos directos del siglo veinte es bastante tenue. Suecia era un país pequeño con el carácter étnico que tuvo por muchos años, sin llegar a ser particularmente igual o igualitario. Por lo tanto, las conexiones entre los factores estructurales y los alcances sociopolíticos son bastante más débiles que los argumentos que presupone el excepcionalismo.

Esto me recuerda una observación que el historiador David Cannadine hizo en 1987, durante una ola conservadora en la historiografía inglesa, cuando dijo que “los historiadores ingleses hoy en día están más preocupados de mostrar que sucedió menos y menos dramáticamente de lo que alguna vez se pensó”. Veo la tendencia a homogeneizar la historia sueca y remover los conflictos, las contradicciones y revelaciones como un ejemplo de este tipo de historiografía. Los historiadores que trabajan desde un punto de vista más o menos conservador, ayudan a establecer que no fue mucho lo que cambió en el pasado, y por tanto el presente no puede ser cambiado tampoco.

Para demostrar que Suecia no llegó a ser igualitaria o socialdemocrata por virtud de algún tipo de tradición ancestral, refuerza lo contrario: que las sociedades sí cambian debido a la política, debido a la acción de la consciencia humana y que, en este sentido, la política y la organización sí son significativas.

Traducción realizada por Francisco Larrabe, integrante de Equipo Editorial Revista Heterodoxia

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