Entrevista a W. C. Roberts

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Entrevista a William Clare Roberts: Marx y el asunto de la libertad

 

José Miguel Ahumada y Francisco Larrabe

William Clare Roberts es Profesor Asistente del Departamento de Ciencia Política de McGill University, Canadá. Es autor de Marx’ Inferno: the political theory of Capital (Princeton University Press, 2017) donde sostiene que Marx, utilizando el esquema del infierno presente en La Divina Comedia de Dante Alighieri, escribió el primer volumen de El Capital para mostrar los pasos al infierno social que padece el trabajo a manos del capital. A su vez, el libro busca presentar a Marx como un pensador cuyo centro de análisis giraba en torno a la idea de libertad (y su contraparte, la dependencia y dominación) en el contexto de producción capitalista.

 

***

 

Contraria a las interpretaciones que comúnmente se tienen respecto del proyecto socialista de Marx: que éste se centraría principalmente en las ideas de la igualdad y la comunidad (perspectiva de G. Cohen), en su libro “Marx’s Inferno” (2017), usted plantea que el objetivo de Marx es la libertad. Para ello usted relaciona la crítica de Marx a la económica política y al capitalismo, con la visión republicana de la Libertad como no-dominación. ¿Nos puede explicar qué significa esta libertad republicana y cuáles son las diferencias con la comprensión convencional que tienen los liberales respecto a la libertad?

La noción republicana (“neo-romana”) de libertad difiere de las nociones más convencionales en dos puntos. A diferencia de muchos liberales que insisten en que las personas son libres en la medida en que no son coaccionados o forzados, los republicanos afirman que las personas son libres solo cuando no están sujetos al control desmedido de otro. Dicho de otra manera, los republicanos ven la falta de libertad cuando las personas tienen motivos para temer que alguien más pueda, impunemente, interferir con sus planes y sus vidas. Esto demuestra que los republicanos son mucho más sensibles que la mayoría de los liberales a las diferencias de poder.  El poder desmedido de los otros es de por sí un límite para mi libertad, sea que use o no ese poder en mi contra.

Por otro parte, pienso que la concepción republicana de libertad también difiere de aquella noción que dice que las personas son libres en la medida que están en control de sus vidas. Esta noción de libertad como control es claramente sensible al ámbito del poder – básicamente identifica la libertad con el poder –, pero ignora la complejidad social de la libertad. Ser libres no significa controlarlo todo, o hacer lo que se venga en gana: esto provocaría que fuese imposible ser libres. Las personas libres pueden controlar lo que otros les hacen, pero esto no quiere decir que las personas libres hagan lo que quieren, o estén en control de todas sus interacciones.

 

Una de las señales más claras que el discurso hegemónico liberal plantea respecto a la economía, es que ésta ha sido capaz de relacionar, en el debate público y el sentido común, al capitalismo con el libre mercado, y a este último con la libertad individual. Sin embargo, tal como usted sugiere, Marx critica al capitalismo en nombre de la libertad. ¿Puede decirnos por qué Marx ve en el capitalismo un nuevo régimen despótico que, precisamente en nombre de la libertad, somete a las personas dentro de relaciones de dependencia y dominación?

Creo que la afirmación más importante que hace Marx, es que el modo de producción capitalista impone una nueva forma de dominación impersonal. El capital ejerce control sobre la producción solo cuando las personas dependen del mercado para sobrevivir. Sin embargo, Marx sostiene que el mercado no es más que la voluntad de innumerables personas. Por tanto, cuando dependemos del mercado para sobrevivir, estamos en una posición análoga a la esclavitud: debemos anticipar e intentar satisfacer las demandas del mercado, sin tener el menor poder para discutir cuando creemos que aquellas demandas no tienen sentido. Desde un punto de vista republicano, todo aquel que deba producir para el mercado, no es libre.

Esta falta de libertad se experimenta de distintas maneras por las personas. El capitalista industrial tiene que complacer al mercado, si no, quiebra. Esto obliga al capitalista a extraer la mayor cantidad de trabajo posible de sus trabajadores. Éstos, a su vez, también tienen que complacer al mercado si quieren comer, pero en su caso complacer al mercado también significa someterse  a la disposición de un jefe y ser empujados hacia un proceso de producción que coercitivamente les extrae fuerza de trabajo. Por tanto, dice Marx, ni los capitalistas ni los trabajadores son libres.

Sin embargo, la peor parte de los daños por falta de libertad lo sufren los trabajadores. Y tiendo a pensar que sufren mucho más quienes no pueden satisfacer al mercado – el ejército de reserva de los desempleados, el excedente de la población – y los que caen presa de la acumulación primitiva del capital: los expropiados, colonizados y esclavizados del mundo.  Sin embargo, todos estos daños derivan, dice Marx, del hecho de que el mercado es el nexo social dominante. En un mercado competitivo las personas parecieran ser libres porque no dependen de un otro identificable. Tienen lo que A.O. Hirschman llamó libertad como salida. Marx sostiene que esta apariencia de libertad personal eclipsa la dominación impersonal entre todos, y hace confusa las nuevas formas de dominación que surgen en el lugar de trabajo capitalista.

 

¿Existen diferencias importantes entre el republicanismo de Marx y los anteriores pensamientos republicanos con respecto a la libertad?

Esta noción de dominación impersonal es una innovación dentro de la tradición republicana. Muchos socialistas fueron republicanos, y la crítica republicana al mercado se remonta a cientos, si no miles de años atrás.

Sin embargo, nadie antes que Marx se dio cuenta realmente que el mercado no estaba controlado por los ricos – los banqueros, los dueños del dinero, los terratenientes –, sino que en realidad es un sistema transversal de dominación impersonal. Los republicanos pre-marxistas – incluyo aquí a muchos republicanos actuales – no consideraron que la dominación podría ser impersonal. Pensaron simplemente en términos de sujeción a un amo o tirano identificable;  incluso que podían ser varios tiranos dispersos en toda la sociedad. Marx, al ser confrontado con la complejidad y el alcance global  de la economía capitalista, e impresionado  por la comprensión que los economistas políticos clásicos tenían de los mecanismos básicos del intercambio de mercancías, no podría estar contento con esta restricción de dominación en el ámbito de las relaciones personales.

Uno de los puntos que usted señala en Marx’s Inferno es que, contrario a reconocidos marxistas como Cohen y Hobsbawm, Marx tuvo diferencias importantes con los socialistas utópicos. ¿Cuáles cree usted que son las principales causas de la disputa?

Considero que son dos las fuentes principales. En cuanto a la primera, si bien muchos socialistas utópicos –y otros socialistas y comunistas pre-marxistas- estaban muy conscientes de los daños del nuevo modo de producción, especialmente sobre los trabajadores, en general carecían de una comprensión de las dinámicas sociales que sostenían y aseguraban la reproducción y expansión del capital. Esto se debió a que la mayoría de los socialistas utópicos no realizó ningún estudio cuidadoso de la economía política, o ningún estudio en absoluto. Con esto quiero decir que no intentaron entender el sistema que odiaban, simplemente se conformaban con condenar sus males.

En relación a la segunda fuente de diferencias entre Marx y sus antecesores, es que la mayoría de los socialistas utópicos solo deseaban imponer un nuevo orden al mundo, sin considerar la emancipación – y, más aún, la auto-emancipación – de los trabajadores. Saint-Simon y Fourier odiaban lo abominable y caótico del nuevo modo de producción, pero no criticaban necesariamente, o no era su intención, la ausencia de libertad que personificaba el nuevo orden. Owen, creía Marx, estaba más adelantado, pues él deseaba que los trabajadores fueran libres (aunque tuviera unas ideas paternalistas sobre cómo realizarlo).

Es bien sabido que Marx no dio ninguna receta de cómo debería ser una sociedad socialista. Sin embargo, sí se refirió a la dictadura del proletariado como escenario propicio para la abolición del capitalismo. Bajo la nueva mirada que usted propone respecto a la noción republicana de libertad que tenía Marx, ¿de qué manera encaja dicho concepto en su lectura de Marx?

A pesar de que Marx vio al capitalismo como un sistema de dominación social impersonal, era muy consciente del hecho de que el capitalismo hacía a algunas personas muy poderosas y le generaba muy fuertes intereses en la preservación de su propiedad y poder. Especialmente después de 1860, Marx observó el derrocamiento del capitalismo como un proceso similar a lo que fue la Guerra Civil Estadounidense. La emancipación de la clase trabajadora tendría que afrontar la oposición de la clase propietaria. Esta oposición solo podría ser superada a través del ejercicio del poder político – una contra-dominación que tendría como objetivo el desmantelamiento de las bases de la dominación misma. Esto es lo que la dictadura del proletariado – o, lo que entre 1860s y 1870s fue la república social o comuna – significó. Para ponerlo en una analogía con la Guerra Civil Estadounidense, es el Gobierno de la Reconstrucción, cuyo objetivo era llevar a los dominados al poder político y destruir las bases del poder de las antiguas clases dominantes. Marx quería perseguir una agenda “Reconstrucción Radical” contra el capitalismo.

¿Cuáles son los elementos principales de la noción que tenía Marx sobre una República Social como orden pos-capitalista?

Los elementos básicos de la república social, de acuerdo a la concepción de Marx, se pueden observar en su elogio a la Comuna de París. Estos elementos incluían el desarme y el desmantelamiento de las fuerzas armadas, la policía y la burocracia estatal, reemplazándolos, de ser necesario, con milicias de ciudadanos armados o por funcionarios elegidos democráticamente. Esta es una clásica demanda republicana, pero también refleja la preocupación de Marx de que los gastos de los aparatos de Estado atan fuertemente al gobierno a las demandas de la acumulación de capital. Un Estado pequeño y no muy costoso permitiría una mayor flexibilidad para alcanzar una reconstrucción económicamente radical. El gobierno – y su función de hacedora de leyes – deberá también ser tomado por el pueblo: Marx quería que los representantes fueran elegidos directamente, con una corta duración en sus servicios, con salarios comparables a los del promedio de trabajadores y con la posibilidad de revocación.

Algo similar deberá aplicarse también a las fábricas y talleres: los trabajadores deberán controlarlas y dirigirlas como miembros de cooperativas, las que, a su vez, estarán articuladas de forma federal para establecer decisiones colectivas en lo relativo a la producción.

Más allá de estas medidas, Marx no nos dice mucho más. El asumió que, llegados a ese punto, los trabajadores habrán ya diseñado sus propias instituciones.

Actualmente se está llevando a cabo un diálogo activo entre el republicanismo y el marxismo. De hecho, muchos académicos – usted incluido – han resaltado los nexos entre la antigua idea de libertad como no-dominación y el proyecto socialista de Marx (Skinner, Gourevitch, Domènech, etc.), y han desarrollado ciertos tipos de propuestas políticas para desafiar al capitalismo contemporáneo (desde garantizar un ingreso básico, redes de cooperativas locales, nuevos estados de bienestar, etc.) Según usted, ¿qué medidas ve actualmente, o cree que se pueden aplicar, que puedan ayudar al movimiento popular para construir las bases para una nueva “República Social”?

Esta pregunta es bastante complicada. Me parece que las propuestas políticas deben siempre estar sujetas a la pregunta de cuál organismo implantará estas políticas Muchas medidas suenan llamativas, pero cuando uno considera quién(es) las implementarán, las medidas comienzan a desvanecer ante los ojos como un espejismo. Me gustaría, por tanto, poner la pregunta de otra forma: ¿qué movimientos populares pueden construir una base social republicana que, a su vez, pudiera efectivamente desmantelar la dominación? Ciertamente existen muchas semillas de dichos movimientos esparcidas en múltiples lugares.

Hoy en día el movimiento socialista (en todas sus expresiones) ha entrado nuevamente de forma activa en  la esfera política de los países occidentales, particularmente Podemos en España, el movimiento alrededor de la campaña de Sanders en EE.UU y el partido laborista bajo el liderazgo de Corbyn. ¿Qué opinión tiene de estas experiencias? ¿Cuáles cree son las posibilidades que tienen de convertirse en una alternativa real en contra del neoliberalismo contemporáneo?

Estos movimientos electorales son alentadores, qué duda cabe. Sin embargo, todas estas experiencias chocan contra los límites impuestos por la forma del Estado y la dependencia que éste tiene con el capital. Por lo tanto, estoy más interesado en el alcance que estos movimientos políticos electoralistas tengan como ‘semilleros’ de nuevas organizaciones políticas y como terreno de cultivo para activistas que terminarán generando un verdadero impacto en otros lugares. Desarmar al Estado – especialmente los Estados Unidos –  y devolver el poder a los movimientos sociales organizados son las precondiciones para la libertad.