Economía, Empresas y Economía local

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Economía, Empresas y Economía local

Entrevista a Felipe Correa

Con el objetivo de comprender de mejor forma tus estudios en economía sería importante para el lector que nos explicaras algunos conceptos que cruzan tus investigaciones. Por ejemplo, temas como economía local, estructuras productivas o formación en economía. ¿Por qué has ido perfilándote en estos temas de investigación?

 

La economía es una gran área de estudios de las ciencias sociales que tiene múltiples sub-áreas. En este amplio espectro, la economía local y el concepto de estructuras productivas corresponderían a la sub-área del desarrollo económico, que es un campo que se desarrolló más fuertemente a partir de la segunda mitad del siglo XX, pero con una idea que incluso puede rastrearse hasta los inicios de la disciplina llamada economía, con quien podría ser considerado el padre de la economía –  Adam Smith –  y que, paradojalmente, era un filósofo moral. Digo paradojalmente porque hoy dentro de la economía como disciplina hay un gran número de investigadores que desconocen el componente moral, ético o normativo que tiene la economía, y la asimilan más a otras ciencias no sociales como la física o la biología. El interés por la formación de los economistas vino a mí inicialmente por esto mismo, porque durante mi formación, al igual que muchos otros, me di cuenta que había algo equivocado en cómo se estaba enseñando y practicando la economía. Con el paso del tiempo me di cuenta de esto que es fundamental, es decir, que la economía es una subdisciplina de la filosofía, y que para hacer economía de forma correcta uno debe ser consciente de los presupuestos filosóficos con los que está trabajando. El mismo concepto de desarrollo del que hablábamos tiene un trasfondo filosófico, que es teleológico. La pregunta principal del desarrollo es desarrollo “para qué”, o desarrollo “hacia dónde”. Otras preguntas también más de fondo son “qué es lo que se desarrolla” o qué significa el concepto de desarrollo en sí. O qué entendemos por desarrollo, o qué queremos que sea. Todas estas preguntas son las más importantes y las que, también paradójicamente, están menos claras en general.

Dices que el “desarrollo” tiene un trasfondo filosófico que es teleológico, y que lo importante sería preguntarse el para qué o el hacia dónde va este desarrollo, en ese marco, y como una corriente marginal dentro del área, existe un número de investigadores/as y activistas que promueven modelos de “decrecimiento”. Algunas críticas sostienen que más allá de la discusión de los limites ambientales del planeta, lo que sustenta estos modelos es una “vuelta a situaciones civilizatorias previas a la expansión capitalista mundial”, siendo una suerte de guante reverso del desarrollo como horizonte ideal sin límites contraponiendo una hipotética comunidad originaria ideal o incluso una suerte de discurso irradiado por las potencias económicas para que economías menores no pretendan homologar procesos de desarrollo económico más complejos. En tu mirada, ¿qué te parece este debate?, ¿habría que preguntarse decrecimiento para qué o hacia dónde, también?

 

La propuesta del decrecimiento es interesante porque pone en discusión el concepto de crecimiento económico, que no debe confundirse con el concepto de desarrollo económico. El desarrollo, a diferencia del crecimiento, puede ser entendido como algo que se “des-enrolla”. En portugués, desarrollo se dice desenvolvimiento, que viene de “des-envolver”. Este des-enrollar y des-envolver remiten a la idea de que hay algo que está “enrollado” o “envuelto”, y donde la tarea sería liberarlo de la envoltura o hacer que esto que está enrollado se manifestara en todo su esplendor, no enrollado como si estuviera aminorado. Pero lo importante aquí es que esta cosa que está enrollada o envuelta, ya existe. En ese sentido, una concepción más profunda del desarrollo entiende que no hay nada que modificar en eso que está envuelto o enrollado, sino que simplemente hay que encontrar los mecanismos para que eso se manifieste tal como es. Esta forma de entender el asunto se parece al concepto de desarrollo humano planteado por algunos filósofos y economistas, fundamentalmente a partir de la década de los 80. Y hoy tiene que ver con mediciones que complementan las de valor agregado en las que se basan las nociones de crecimiento económico.

De acuerdo con tú mirada, de estas distinciones teóricas emergen problemas claves para entender una economía actual. De ellos destacan la relación entre municipios y desarrollo local o estructuras productivas y desigualdad. ¿Por qué consideras que estas relaciones pueden aportar al pensamiento de la economía actual?

La ciencia en general, y la economía, buscan siempre encontrar las relaciones entre las cosas. Hablo de la ciencia en tanto episteme, es decir, ciencia verdadera, no anclada al concepto positivista de ciencia. En este sentido, la ciencia y todo lo que se dirija al conocimiento de las relaciones aspira a encontrar la unidad de las cosas, a través de las relaciones. En un entendimiento más profundo, la ciencia muestra que todo está relacionado, todo está unido entre sí. La tarea de los investigadores es entonces dilucidar la manera en que estas relaciones ocurren y se manifiestan. Los casos que tú mencionas son ciertamente relevantes y hay bastante investigación en eso, sin ser las únicas relaciones que importan, obviamente. Lo que a mí me parece más entretenido de estas relaciones es que buscan vincular la economía con la politología y la sociología, que son otras ciencias sociales hermanas que no siempre han estado tan hermanadas con la economía. Pero yo observo que lo están cada vez más. El tema del desarrollo económico local es importante porque tiene que ver con la administración de la polis, que es el origen de la ciencia política, y es un espacio clave que los países de América Latina podrían fortalecer, y no necesariamente lo han hecho. Y es clave porque es un espacio privilegiado para desarrollar el principio democrático, el principio de participación política activa, del ejercicio de la ciudadanía. Esto es mucho más difícil de lograr a niveles más altos, como cuando hablamos de políticas a nivel de Estados.

Una línea de interés que has investigado es la formación de los economistas chilenos. En este sentido, ¿Cómo evalúas a los/as economistas chilenos? ¿Qué aspectos te parecen más problemáticos?

Los economistas chilenos tienen un muy buen nivel, incluso en una comparativa internacional. Un aspecto central es que, para bien o para mal, la comunidad de economistas académicos de Chile sigue el patrón que imponen las que son consideradas las mejores universidades del mundo. Esto implica que hablar de lo virtuoso y lo vicioso que tienen los y las economistas en este país, sea lo mismo que hablar de estos aspectos en la disciplina económica mundial. Chile nunca se ha distinguido demasiado por ser un país innovador, y esto se aplica también al ámbito de las ideas.

De todas maneras, hay cosas interesantes que están pasando en la comunidad de economistas chilenos, y es que se están abriendo líneas de investigación diferentes, más empíricas, con métodos más novedosos y menos conservadoras en cuanto a lo teórico. Pero de nuevo, estas son también tendencias mundiales. Un aspecto problemático, yo creo, no tiene tanto que ver con los economistas en sí, sino con el ambiente en que los economistas locales se mueven. En particular, no me parece nada correcto la influencia que tienen las grandes corporaciones en las facultades de economía del país, particularmente en la publicidad que existe dentro de ellas. La salas de clase de la Facultad de Economía de la U. de Chile tienen nombres de estas corporaciones, porque son las que han donado dinero. La Facultad de Economía de la U. Católica tiene también publicidad de estas corporaciones dentro de sus aulas. Esto resta los necesarios grados de libertad para la ciencia y el desarrollo de las ideas, es una intromisión moralmente inaceptable, desde mi punto de vista. Es una influencia que actúa a través del subconsciente en los estudiantes y en toda la comunidad académica y, posiblemente, también amarra en alguna medida las decisiones que toman las autoridades, las que por miedo a no perder el favor del dinero de estas corporaciones, podrían tomar ciertas decisiones contrarias a lo que indica la razón.

A la comunidad de economistas de la U. Católica yo les diría, por ejemplo, que no se puede servir a la ciencia y al dinero al mismo tiempo. Pero el problema no se agota ahí, porque este desvío hacia el poder del dinero es producto de un abandono de lo público, del financiamiento público de las universidades. Pero también a la competencia que se ha producido entre ellas y la necesidad de captar más dinero para competir en mejores condiciones. Entonces es un problema muy estructural, aunque de todas maneras hay cosas que se pueden hacer.

En tus investigaciones emerge el rol de las empresas en el desarrollo local. En este sentido, la empresa como institución que condensa una serie de procesos productivos, ha sido un foco de discusión por parte de la izquierda chilena e internacional desde diversas posiciones. Una de esas posiciones, en una descripción caricaturizada, sostiene que la empresa, por constitución, es producto del capitalismo y como tal sujeta a su destrucción y otra que sostiene que la empresa está, como toda institución, sujeta a las condiciones de diseño que la estructuran por lo que sería posible, por ejemplo, democratizar las empresas actuales. ¿Cómo te posicionas ante estas distinciones? ¿Conoces cómo la discusión sobre la empresa ha ido cambiando en la izquierda? Así como las economías son diseños políticos, para ti, ¿las empresas también lo serían?

Bueno, vamos tocando de cada tema un poco, ¿está bien? Para responder esta pregunta habría que partir diciendo que el origen de la palabra economía es la empresa. Porque la palabra economía deriva del griego oikonomía, que puede traducirse como la administración del hogar o la hacienda, que es la empresa antigua. Antes no se hacía esa diferencia entre la empresa y el hogar, eran la misma cosa, como también lo son hoy para los pequeños campesinos que trabajan junto a sus familias en la transformación de los productos que da la naturaleza. Y, por otro lado, lo que hoy llamamos economía puede caber en lo que antes llamaban política, que era la gestión de la ciudad o polis. Para mí, la economía y la política son esencialmente lo mismo, y solo se distinguen ambos conceptos por el tamaño. Platón en uno de sus últimos diálogos llega a decir incluso que, entre la administración de un gran oikos y de una pequeña polis, prácticamente no hay diferencia alguna. Y yendo a tu pregunta, entonces, si la política es una forma de organización basada en ciertas concepciones filosóficas como justicia, virtud o felicidad, entonces la economía entendida como empresa también lo es. El punto, nuevamente, es establecer cuál es el propósito de la empresa hoy, y si son los mismos que ha establecido la filosofía política para los sistemas políticos, entonces se debería esclarecer qué entendemos por este propósito, que podrían ser la justicia, la virtud, o la felicidad, entre otros. De nuevo, el punto está en el propósito.

En el marco anterior, ¿Cómo valoras la relación entre instituciones políticas y económicas como municipios y empresas privadas? ¿Te parecen que pueden aportar al bienestar social? Si es así, ¿bajo qué condiciones?

Es interesante tu pregunta porque, efectivamente, hay ciertas condiciones que posibilitan que la relación entre instituciones políticas y económicas pueda contribuir al bienestar social, y no al malestar social, que también puede darse. Si, por ejemplo, sucede que los gobiernos locales son capturados por empresas -o los gobernantes son capturados por los empresarios-, entonces eso definitivamente contribuirá al malestar social. Si una municipalidad lleva mal una empresa pública, eso también contribuye al malestar social. Si un gobierno local bloquea la iniciativa de las empresas, lo mismo. Entonces, lo que se debe buscar es una relación virtuosa entre ambos niveles, entendiendo que las empresas no son ‘los malos’ y los gobiernos ‘los buenos’, ni tampoco lo contrario. Más bien, ambos pueden servir al bienestar social, que es la búsqueda del bien común. Una condición básica para que esto suceda, es que se incorpore un tercer elemento que es la ‘sociedad civil’, como algunos le han llamado. A nivel nacional, este tercer elemento completa la triada Estado-Mercado-Sociedad, que se replica también a nivel local. El elemento de sociedad civil es también llamado de ciudadanía, en referencia a la pertenencia a la ciudad, que es un concepto que viene del latín civitas e involucra la existencia de un contrato social. Puede ser entendido también como la incorporación del principio democrático, a lo que actualmente se le denomina democracia participativa o democracia deliberativa. Entonces, a nivel local, la relación gobierno-empresas debe también incorporar este tercer elemento, que puede entrar en forma de las organizaciones de la sociedad civil, o de la participación activa de los ciudadanos de forma individual. Ambos tipos de participación son válidos. La transparencia de la gestión política, por ejemplo, mediante mecanismos de gobierno abierto y la rendición de cuentas a la ciudadanía, son prácticas muy importantes de profundizar para este objetivo. Lo clave, en el fondo, es entender que las instituciones políticas y económicas son parte de una comunidad, y que de esta comunidad también participan otros que no son ni gobierno ni empresas, y que es siempre importante conocer su punto de vista sobre los asuntos del desarrollo, justamente porque también son parte de la comunidad. Lo clave es la creación de comunidad, de una colaboración de diferentes niveles y funciones, unidas por un mismo propósito – de nuevo el tema del propósito. Propósito que en una comunidad sería la búsqueda del bien común.

¿Y finalmente, qué opinión tienes de la situación política chilena? Y si consideras pertinente, ¿qué te parecen las actuales valoraciones de gobiernos municipales como los de Jorge Sharp o Daniel Jadue?

 

 

Ambas experiencias son muy positivas e interesantes, cada una con sus características propias. Lo que ha hecho la Municipalidad de Recoleta, liderado por su alcalde, tiene más que ver con recuperar el rol histórico del gobierno local como agente activo del proceso de desarrollo. Por otro lado, la Municipalidad de Valparaíso, con el poco tiempo que lleva la alcaldía de Jorge Sharp, se ha caracterizado por un cambio en el modo en que se enfrenta el desarrollo, más orientado a una filosofía bottom-up, en comparación a la visión top-down que había sido el sello de las administraciones anteriores, y que se relaciona a la hipótesis del “chorreo”. Sin embargo, más allá de estas dos buenas experiencias, me parece importante que recordemos que existen en Chile 345 municipalidades, y que hay muchas buenas experiencias de las cuáles aprender, más allá de estas dos, sobre todo en temas puntuales. Hay muchas municipalidades que, con pocos recursos, logran hacer muchas cosas, tanto por la motivación de sus funcionarios como por la capacidad del alcalde o alcaldesa de tener un buen liderazgo. Hay municipalidades, por ejemplo Lautaro, Pucón, Puerto Montt o Villa Alemana, que llevan haciendo presupuestos participativos de forma consecutiva por muchos años, mecanismo que es una de las formas de asignarle importancia al principio democrático. O municipalidades como Iquique, Coquimbo, Valdivia o Coyhaique donde los Consejos de Organizaciones de la Sociedad Civil funcionan muy bien, y donde se tocan y elaboran temas de largo alcance, incluyendo temas de desarrollo económico relacionados a la comuna. Estas son formas de vincular el principio de autoridad con el principio democrático, lo que posibilita un buen gobierno de la ciudad. Y esto es necesario de rescatar porque cada comuna es un micro-cosmos con características particulares. Pueden aplicarse principios generales para los procesos de gobernanza que son los derivados de la filosofía política, pero cada comuna tiene sus prioridades propias, tiempos y formas de hacer las cosas de forma particular, lo que depende en gran medida de la cultura de cada lugar. Esto no significa que se validen prácticas como la corrupción o el clientelismo. Más bien, quiere decir que en alguna comuna el cuello de botella puede estar en el tema medioambiental, en otra en el tema de empleo, en otra en el tema de planificación urbanística, etc. Por eso, ver municipalidades que lo han hecho bien en ciertos temas puede ser de ayuda, pero trabajar en las prioridades y procesos específicos de cada comuna es un requisito absoluto para mejorar el bienestar de la población, que es el objetivo último de la política.